Aprendizaje musical
La psicología de la música se interesa por los procesos cerebrales y mentales en que se basa el aprendizaje musical. Con la aportación creciente de las neurociencias, se han podido establecer unos primeros principios de cómo el cerebro humano procesa y codifica en la memoria la información musical. Esto permite hacer una lectura revisada y ampliada de los métodos de aprendizaje utilizados hasta el presente.
Sin duda, la herencia pedagógica musical actual es muy rica y variada, especialmente desde la eclosión de la pedagogía musical de la segunda mitad del siglo XX; hoy en día, disponemos de un sólido y notorio bagaje didáctico para guiar el aprendizaje de nuestros alumnos. Pero, hay que tener presente que buena parte de este bagaje se ha construido desde la propia experiencia y tradición musicales, en cierto modo a base a una estrategia de ensayo y error, así como con aportaciones más o menos adaptadas del aprendizaje escolar general.
Las últimas investigaciones en neurociencia demuestran que el aprendizaje musical presenta suficientes singularidades como para merecer un estudio particularizado, más allá de adaptaciones provenientes de otros aprendizajes de tipo más genérico.
¿Qué tiene de singular el aprendizaje musical?
La música es una de las actividades humanas de mayor complejidad a nivel cerebral. La experiencia musical activa múltiples áreas del cerebro y exige una coordinación e integración de altísima precisión. Especialmente en el caso de los músicos profesionales, el grado de exigencia resulta extremadamente alto, obligando al cerebro a ejercitarse a un nivel de rendimiento insospechado respecto a otras actividades humanas más habituales.
A todo ello hay que sumarle que buena parte de los aprendizajes que conforman la música son de carácter implícito, eminentemente procedimentales, lo cual añade todavía más complejidad al hecho de diseñar y aplicar programas de instrucción musical; aprender movimientos coordinados, aprender cómo codificar el sonido en el oído interior, o aprender cómo evocar emociones, resulta a menudo un reto difícil a la hora de poder explicar el cómo y el porqué realizamos correctamente y aprendemos este tipo de actividades. De hecho, hace falta no olvidar que, paradójicamente, bastante a menudo los grandes genios de la música han resultado ser malos profesores; esto es debido, en buena parte, al gran dominio que tienen de los aprendizajes implícitos logrados en su formación pero, a la vez, a la incapacidad para saberlos trasladar a la esfera explícita y poder hablar y pensar de manera no exclusivamente intuitiva.
Dentro de este marco, el psicólogo musical ofrece un contrapunto enriquecedor a la figura del profesor, articulando ciencia y arte, estableciendo puentes entre la más pura intuición musical y el poder de los conocimientos científicos sobre el aprendizaje humano.
¿Sobre qué elementos trabaja el psicólogo musical en el aprendizaje musical?
Evidentemente, el psicólogo musical no sustituye el papel esencial del profesor. Su rol consiste en ayudar a observar y comprender el aprendizaje musical desde una perspectiva neurocognitiva y, cuando sea necesario, a aportar un punto de vista complementario para optimizar las estrategias y actividades de enseñanza-aprendizaje. En este sentido, la psicología del deporte podría ser un buen referente y ejemplo de cómo actúa el psicólogo.
En el aprendizaje musical, el factor mental resulta determinante. A pesar de la gran dedicación necesaria a la dimensión corporal y lingüística/comunicativa musical, conviene no olvidar que un mejor o peor uso de la mente condicionará todos los aprendizajes. La mente actúa como intermediaria, gestiona todos los procesos de aprendizaje. Aprender música requiere tiempo, dedicación y mucho trabajo; velar porque toda esta energía esté bien canalizada puede repercutir muy positivamente en la calidad del aprendizaje y, sobre todo, en la calidad de la propia vivencia educativa de aprender música.
Con la ayuda del psicólogo musical nos podemos cuestionar, pues: ¿Cómo debemos estudiar? ¿Por qué algún aprendizaje cuesta más que otro? ¿Hasta qué punto es beneficioso repetir un movimiento corporal o un pasaje musical muchas veces? ¿Cómo debemos dosificar el trabajo y el descanso para facilitar la consolidación de la memoria? ¿Cómo podemos aumentar la precisión y la concentración? Etc.
Estas y tantas otras preguntas empiezan a tener respuesta por parte de la psicología musical.
La dimensión emocional en el aprendizaje musical
Aprender música, además de una actividad de alta exigencia a nivel cognitivo y motriz, es, también, una actividad con enormes resonancias emocionales. Ya sea por la gran vocación y dedicación con que se afrontan este tipo de estudios, ya sea por la gran implicación de expresividad y comunicación emocional, o ya sea por el alto grado de exigencia que comporta, aprender música supone una experiencia de alto impacto emocional en la vida personal del estudiante.
La psicología musical puede contribuir a armonizar todos estos elementos tan intensos en la vida del estudiante de música. No siempre resulta fácil conseguir un equilibrio saludable entre vida musical y vida personal. Tampoco resulta sencillo mantener el goce en medio de la presión derivada de la competencia con otros estudiantes y la aspiración a oportunidades académicas y profesionales disputadas con otros candidatos igualmente de gran nivel. Todo esto, de manera invisible e insidiosa, puede ir tiñendo de negatividad los estudios y acabar derivando en frustraciones y fuertes tensiones emocionales fruto del estrés continuado.
Ante la presión aparecen actitudes compensatorias que, a menudo, comportan renuncias a muchos niveles o conducen a conductas poco saludables: el perfeccionismo enfermizo, la obsesión por el control, la falta de espontaneidad, el esfuerzo desmesurado, el estrés crónico, la ansiedad, la inseguridad y falta de confianza en un mismo, la disminución del placer para hacer música, pueden convertirse en compañeros de viaje a lo largo de los estudios musicales y marcar el tono emocional con que viviremos la música en el futuro. Poder anticiparse y prever estas dificultades puede aportar mayor calidad de vida al alumno y, además, favorecer un aprendizaje mucho más fluido.
¿Cómo puede participar el psicólogo musical en el aprendizaje musical?
Sobre todo como acompañante, aportando una perspectiva global y asesorando tanto al profesor como al alumno, y, por supuesto, al centro educativo y a las familias, si es necesario. El propio hecho de facilitar un espacio de contención y verbalización de las dificultades ya genera inercias positivas, desencallando situaciones que llevan tiempo actuando en la sombra. A partir de aquí será mucho más fácil buscar y encontrar soluciones a los problemas.
En situaciones de mayor complejidad, el psicólogo musical puede intervenir en casos concretos de manera más directa, siempre en coordinación con los profesores. Por ejemplo, cuando la dimensión emocional requiera atención particularizada a causa de un elevado malestar personal.
Pero el psicólogo musical, antes que nada, apostará por la prevención y la anticipación a las dificultades. A través de la observación, el diálogo y reflexión compartida, o con la administración complementaria de pruebas psicométricas, muchas situaciones podrán ser detectadas a tiempo antes de que acontezcan problemáticas.
Otras situaciones:
Las enseñanzas musicales permiten, a menudo, una atención al alumno mucho más individualizada que en otras enseñanzas formales. Esto permite detectar problemáticas o singularidades que hasta el momento han podido pasar desapercibidas, especialmente en primaria o secundaria (altas capacidades, dificultades de aprendizaje, problemas de conducta o afectivos, etc.). El profesor de música se convierte, así, un observador privilegiado que tiene acceso a facetas poco conocidas del alumno.
En estas situaciones, el psicólogo musical puede ayudar a identificar la situación y proponer vías de solución.