Cómo hemos visto en el primer artículo, el concepto de las representaciones mentales permite operativizar el aprendizaje musical de manera bastante efectiva. Por un lado, permite la clara diferenciación neurológica de los diferentes contenidos de información de que está formado el hecho musical y, por el otro, ayuda a comprender los procesos neurocognitivos a través de los cuales se construye suyo aprendizaje. Dicho de otro modo, las representaciones mentales permiten distinguir y categorizar las diferentes dimensiones que conforman el aprendizaje musical y poder tratarlas de manera particularizada para aumentar la eficiencia de su aprendizaje procurando adaptarlo al máximo posible al funcionamiento óptimo del cerebro.
Entrando en detalle, lo primero que tenemos que considerar es que hay diferentes tipos de memoria en el cerebro humano. Más allá del área específica donde se registre cada tipo de información, la memoria se divide en diferentes modalidades según el uso que se hará de la información memorizada. Así, tenemos una primera gran división formada por la memoria explícita y la implícita:
- La memoria explícita se dedica a conocimientos que podríamos caracterizar como “conscientes” (explícitos). Son aquellos saberes que podemos verbalizar, significar y argumentar (conceptos, hechos, ideas, razonamientos lógicos). A menudo se la denomina memoria semántica y suele ser intencional (por ejemplo, saber razonar las diferencias entre el barroco y el clasicismo o el funcionamiento del mecanismo del piano).
- La memoria implícita se encarga de aquellos conocimientos de tipo más “inconsciente” (implícitos). Son aquellos saberes de tipo más práctico que cuesta explicar y justificar por qué los sabemos hacer y, a veces, incluso, como los hemos aprendido (movimientos, hábitos, respuestas emocionales, etc.). Suele ser involuntaria a pesar de lo hayamos podido aprender de manera consciente e intencionada (por ejemplo, saber leer las notas de una partitura).
Esta distinción resulta esencial por dos importantes motivos: por un lado, no aprendemos del mismo modo los contenidos de la memoria explícita que los de la implícita y, por otro, la recuperación de estos conocimientos tiene lugar de manera bastante diferenciada según el tipo de memoria a que pertenezcan. Estas consideraciones resultan determinantes para analizar, comprender y evaluar la efectividad y eficiencia de todo planteamiento pedagógico musical:
- El aprendizaje de la memoria explícita se basa en el razonamiento lógico, en la construcción de significados, en la comprensión y en la memorización exprés de hechos y conceptos. La recuperación de la información suele ser voluntaria y controlada por la conciencia, generalmente con sentimientos de esfuerzo. Estos aprendizajes pueden ser modificados con relativa facilidad.
- El aprendizaje implícito se basa, por el contrario, en procesos asociativos, preeminentemente arbitrarios, basados en la repetición sistemática, la imitación o la busca de patrones de regularidad implícitos. La recuperación de la información es mayoritariamente automática acompañada de una baja sensación de esfuerzo, pero con un margen de control a veces bastante bajo. Son aprendizajes a menudo bastantes resistentes a su modificación.
Dado que, como hemos visto anteriormente, el hecho o realidad musical se representa en nuestro cerebro de manera multimodal, nos encontraremos manipulando información que tendrá que ser almacenada tanto en la memoria explícita como la implícita. Esto querrá decir que tendremos que compaginar diferentes modos de aprendizaje simultáneamente, cada uno de ellos con sus leyes y peculiaridades, así como su propio ritmo de adquisición y consolidación del conocimiento.
Evidentemente, esta diversidad añade bastante complejidad al aprendizaje musical. Por un lado, obliga a una gestión de la atención muy ágil y flexible a fin de poder atender cada modalidad en el momento preciso y con el cuidado que requiere; por otro, obliga a respetar y compaginar diferentes velocidades de aprendizaje simultáneamente según el contenido de información que se pretenda memorizar. Aprender música, por lo tanto, exige, en gran medida, una gran capacidad estratégica para organizar y gestionar esta pluralidad de aprendizajes simultáneos.
