Llegados aquí, hay que poder considerar (o reconsiderar) algunos puntos cardinales del aprendizaje musical bajo la perspectiva de las representaciones mentales. Contemplada así, la historia del aprendizaje musical, y, por lo tanto, en cierto modo también de la pedagogía musical, es la suma de intentos de facilitar la construcción de estas representaciones mentales que conforman el conocimiento musical en nuestro cerebro.
Esta lectura, en cierto modo arqueológica, debe tener en cuenta dos dimensiones básicas:
- ¿Qué representaciones mentales se ha intentado atender en el proceso de aprendizaje, ya sea de manera más consciente o intuitiva?
- ¿Qué visión sistémica se desprende de ella?
De hecho, todavía podríamos añadir una tercera dimensión complementaria que ahora, por razones de síntesis y claridad, pospondremos y abordaremos en algún otro artículo más adelante:
- ¿Qué perspectiva epistemológica o teoría del conocimiento se deduce? (Dicho de otra manera, ¿qué concepción del saber y de la realidad se está utilizando para construir el conocimiento? ¿Sentido común, revelación, intuitivo, científico, mecanicista, sistema dinámico, complejidad y caos, etc.?
Por lo tanto, podemos caracterizar cada modelo o corriente pedagógica musical en función de cómo atiende el qué, el cómo, el por qué y el para qué del aprendizaje musical, observando y comprendiendo qué papel juegan las representaciones mentales y la manera de construirlas a través de las diferentes actividades de enseñanza y aprendizaje. Cada modelo pedagógico responde de manera diferente al conjunto de las preguntas que perfilan todo aprendizaje musical. Básicamente, nos encontraremos con diferentes acentos en diferentes representaciones mentales, con combinaciones de varias proporciones y, sobre todo, con diversas jerarquías y roles entre ellas.
Retomando el concepto de retroalimentación mencionado anteriormente, entenderemos qué dimensión principal de la información musical es la que cada aprendiz (y cada músico) utiliza para conectar de manera consciente con la música. En algunos, como ya comentamos, será la motricidad y/o el tacto; en otros la concentración consciente vendrá dada por la calidad física del sonido; en otros por la intensidad emocional; en otros para fijar la vista intensamente en la partitura, en el teclado, en el contacto del arco con la cuerda, etc.
Igualmente, habrá que estar atentos a la conjugación, no siempre fácil, de los diferentes modos de aprendizaje que requiere cada representación mental. De aquí surgirán importantes matices respecto a ciertas confusiones que se dan en algunos métodos de aprendizaje musical. A veces, encontraremos propuestas metodológicas y didácticas basadas en procesos de aprendizaje antagónicos a las necesidades reales de una representación mental, (de forma que, si se da, el aprendizaje se habrá producido gracias a una compensación intuitiva).
Generalmente, y debido a una concepción lineal o mecanicista del saber, predominará prioritariamente una dimensión y el resto de las otras representaciones quedará bastante subyugada a ella. Habría que prestar atención a si precisamente esto no es una de las principales limitaciones que podemos encontrar en muchos aprendizajes musicales. Es una cuestión capital que intentaré abordar en otra serie de artículos. Quede aquí, de momento, esta primera aproximación al concepto de representación mental que, sin miedo a exagerar, podríamos afirmar que introduce una unidad de análisis hasta ahora inexistente que obra la puerta a contemplar y entender el aprendizaje musical en una nueva escala mucho más detallada.