Para entender mejor la máxima propuesta, (en música, la sintaxis conforma la propia semántica), debemos profundizar algo más en el funcionamiento de la prosodia en el cerebro:
- El cerebro humano procesa la información con áreas especializadas según la modalidad sensorial de la información y posteriormente realiza una síntesis para extraer un sentido o significado global.
- En cuanto al habla, disponemos de dos categorías informativas esenciales: las palabras y la entonación
- Con las palabras podemos referenciar de manera unívoca entidades de diversa índole y, además, podemos combinarlas de forma que obtenemos oraciones con que podemos enunciar acciones o relacionar de manera compleja diferentes conceptos entre sí.
- Es información de tipo digital y es procesada de manera secuenciada y lógica a través de reglas sintácticas en el área del lenguaje del hemisferio izquierdo.
- Por el contrario, la entonación o prosodia es procesada de manera holística por el hemisferio derecho. En vez de la sintaxis, se basa en analogías y tiene una fuerte relación con áreas emocionales.
- A través de la prosodia, experimentamos en buena parte la emoción de quien nos dirige un mensaje. A través de unas relaciones de tensión-distensión se establece un discurso en qué aquello que se altera es la tensión emocional del oyente y no el significado del mensaje. El significado o sentido se extrae a posteriori, a partir de la vivencia de la emoción que suscita la prosodia.
A partir de este mecanismo prosódico innato, la música, y aquí radica su gran y único poder expresivo, ha conseguido crear un sistema simbólico y plasmarlo en un código lingüístico a través del cual poder desarrollar, ampliar y amplificar el poder expresivo de la prosodia. Se da, en cierto modo una interesante paradoja, un medio de comunicación esencialmente analógico, sintético u holístico se enriquece con aportaciones de un medio de comunicación de tipo más digital, lógico o analítico. En la música nos encontramos, pues, con que la prosodia es llevada a su máximo exponente expresivo gracias a la capacidad, podríamos decir, de domesticarla a través de un sistema sintáctico que permite un procesamiento finamente medidos, en qué todos sus parámetros (tono, ritmo, timbre, intensidad) son sincronizados con alta precisión para generar reacciones emocionales concretas en el oyente.
Por lo tanto, ahora podemos entender algo mejor la máxima que proponíamos anteriormente, (en música, su sintaxis conforma su propia semántica):
- La sintaxis musical pretende, esencialmente, poder articular los sonidos de manera coordinada para que puedan establecerse unas relaciones de tensión-distensión en los diferentes parámetros del sonido (tono, duración, intensidad, timbre).
- A través de esta sintaxis se pueden crear y recrear de manera fiel todo un conjunto de relaciones de tensión-distensión que conforman el discurso musical.
- Gracias a la capacidad de captar y procesar la prosodia, el cerebro capta las diferentes inflexiones del lenguaje musical y las transforma en experiencias emocionales de gran sutilidad y variabilidad.
- Es decir, al escuchar música, el cerebro no capta significados ni sentidos primeramente, sino que capta inflexiones prosódicas que suscitan reacciones próximas a la emoción. Una vez experimentadas estas reacciones podrán ser procesadas a nivel más racional y establecer un significado o sentido a partir de códigos culturales añadidos.
Es importante aclarar y añadir que la capacidad de expresar y emocionar de la música surge inicialmente de esta relación, digamos primaria, con la capacidad prosódica del cerebro. Evidentemente, esto solo no es suficiente para explicar el poder comunicativo y expresivo de la música, habrá que añadir posteriormente toda la elaboración simbólica desarrollada a lo largo de la historia de la música, según épocas y estilos, y como todo ello traslada el acento desde aquello biológico a aquello más estrictamente cultural. En todo caso, no obstante, lo que interesa recordar es que el origen de todo este rico y variado legado cultural musical habrá surgido de esta básica pero más que ingeniosa relación entre el hemisferio derecho y el izquierdo.
Debemos recordar, por último, que la música recrea la vida; a veces, incluso, la genera por sí misma. Vivir es un estado de ánimo, antes que nada, una actitud y una movilización de energía. A través de la prosodia, esta energía se hace patente de manera experiencial, y no simbolizada o abstracta. Para recrear prosódicamente una tensión emocional hay que invertir mucha más energía que si simplemente narramos las cosas desde la distancia de la no implicación emocional. Diríamos que hay diferentes estados basales energéticos al interpretar un instrumento; parte del acto comunicativo pasa por la capacidad, por parte del intérprete, de generar esta energía basal a partir de la cual es posible generar empatía emocional.