Como es sabido, el aprendizaje musical se basa, en gran medida, en aprendizajes de tipo procedimental. Buena parte del saber musical reposa en un conjunto de destrezas motoras y en una serie de leyes y reglas que conforman aquello que denominamos lenguaje musical (la entonación y el oído, el ritmo, sintaxis, el fraseo, el estilo, etc.), sin olvidar, obviamente, las actitudes y predisposiciones emocionales, tan importantes en la música. Este tipo de saber es preeminentemente práctico y experiencial, pese a basarse, muy a menudo, en un sólido entramado conceptual subyacente.
El aprendizaje procedimental puede tener lugar a través de dos modalidades o vías principales: por imitación de un modelo o a partir de unas instrucciones verbales. Igualmente, puede darse de manera más o menos explícita o implícita según la intencionalidad expresa de este aprendizaje; es decir, según la conciencia o voluntariedad que dediquemos a este aprendizaje.
En el aprendizaje musical se dan unas ricas e interesantes combinaciones de estas variantes de adquisición de los aprendizajes procedimentales. Así, por ejemplo:
- Podemos imitar expresamente un modelo de manera consciente o bien hacerlo sin darnos cuenta.
- Podemos seguir al pie de la letra las instrucciones guiadas de un experto de manera muy atenta o captar al vuelo, casi sin querer, un comentario sobre la manera de resolver o facilitar un aprendizaje procedimental.
- Generalmente, el aprendizaje musical será fruto de una rica y variada combinación de estos varios modos de transmisión del conocimiento.
- Pese a la voluntad de planificación de una instrucción reflexivamente programada, este aprendizaje se habrá construido, muy probablemente, sobre una buena dosis de aprendizaje implícito por pura y simple imitación (aquello que denominan y constituye el currículum oculto).
A pesar del innegable peso de esta porción de aprendizaje imitativo de cariz involuntario o implícito, hay que prestar plena atención al modo cómo se transmiten las instrucciones verbales ya que continúan constituyendo el eje principal a través del cual se da la transmisión de conocimiento entre el profesor y sus alumnos. De la consistencia y aplicabilidad de estas instrucciones, dependerán buena parte la solidez de los aprendizajes logrados.
El profesor, a través de su discurso verbal, articula y transmite al alumno los principios en los que considera que se basa el saber musical. Se podría afirmar que buena parte de estas verbalizaciones acabarán conformando el núcleo esencial de la visión de la música y su aprendizaje que quiere transmitir el profesor al alumno. Estos pensamientos, correctamente articulados y verbalizados, constituirán, pues, con el paso del tiempo, en buena medida, el ideario identitario musical que acompañará la trayectoria musical del alumno a lo largo de toda su vida y sobre el cual construirá y desarrollará su propia concepción de la música y del aprendizaje musical.
En este sentido, no podemos olvidar que en el aprendizaje musical puede darse una aparente contradicción o utopía: muy a menudo, pretendemos atrapar con las palabras conocimientos de tipo esencialmente intuitivo, o fenomenológico, que, de hecho, son casi pura y simple experiencia subjetiva. Este contraste puede llegar a condicionar la efectividad de las instrucciones verbales y obliga una necesaria reflexión con mayor profundidad:
- ¿Es posible traducir a palabras los contenidos de los aprendizajes procedimentales?
- ¿Qué relaciones podemos establecer entre palabras y procedimientos y qué de ellas pueden resultar más efectivas?
Desde la psicología de la música, y aprovechando investigaciones previas llevadas a cabo por la psicología del deporte, podemos contribuir a esta reflexión.