Una de las aportaciones más significativas y fascinantes de la neurociencia a la comprensión del funcionamiento de nuestro cerebro en relación con la música ha consistido en una serie de estudios analizando las diferencias entre el cerebro de un músico aficionado y el de un músico profesional. A través de comparativas de neuroimagen (resonancia magnética funcional), los neurocientíficos han constatado que el aprendizaje sistemático e intensivo de la música comporta cambios importantes a nivel morfológico y funcional en nuestro cerebro a medio y largo plazo.
Más allá de la curiosidad e, incluso, de la lógica obviedad de esta constatación, estos estudios permiten, sobre todo, profundizar en la comprensión del aprendizaje musical. Poder observar con mayor detalle y precisión cómo el cerebro procesa y representa la información musical abre la puerta a reconsiderar, a su vez, como se adquiere esta información.
Lo primero que podríamos esperar de estos estudios es que confirmaran que la pericia del músico profesional se basa en cambios esencialmente cuantitativos en el cerebro; a mayor formación y entrenamiento se daría una mayor cantidad de información almacenada. Allá donde un músico aficionado habría acumulado una cantidad determinada de información, el profesional habría acumulado infinitamente mucha más cantidad de ella. Por lo tanto, el mayor dominio musical sería fruto, principalmente, de la disponibilidad de más conocimientos, podríamos decir de una mayor potencia bruta.
Pero, por el contrario, los estudios de neuroimagen han demostrado que el factor cuantitativo no es el más determinante al tratar de explicar las diferencias entre el cerebro profesional y el amateur. Obviamente, se aprecian áreas mucho más desarrolladas y extensas implicadas en la actividad musical que muestran una mayor activación cortical (motrices y sensoriales, especialmente), pero, además de este incremento de neuronas dedicadas a funciones relacionadas con la música, se aprecia, sobre todo, una estructuración bastante diferenciada entre las diversas áreas cerebrales implicadas con la música.
En efecto, cuando observamos las diferencias entre el cerebro de un músico aficionado y un profesional, se aprecia que el profesional activa áreas que el aficionado no usa. A medida que acumula horas de aprendizaje, el cerebro del músico profesional va mostrando importantes cambios organizativos; áreas que en el músico aficionado prácticamente no se activan, participan muy intensamente en el caso del músico profesional. Igualmente, se perciben conexiones más ricas y complejas entre estas áreas.
Por último, se aprecia una mayor reorganización de la información almacenada o memorizada (los aprendizajes). A partir de un punto, la información del músico profesional o experto se optimiza para poder ser gestionada de manera más eficaz y eficiente. A través de un proceso denominado autoorganización, el cerebro reorganiza la información adquirida inicialmente de forma que, en lugar de la cantidad, la mejora en el rendimiento sea debida a la calidad de cómo está almacenada o memorizada esta información en las diferentes áreas cerebrales. Este hecho se aprecia, también, en deportistas profesionales y, sobre todo, en deportistas de élite.